Heme aquí desquiciándome, fugándome. Cada paso que no he dado, duele, ya lo siento en mis pies. He empezado la incesante búsqueda de mi rostro; entre la tenue claridad que me ofrece la pantalla, que no es suficiente para refrescarme la memoria. Ciertamente hace falta más para entenderme, necesito más que mis propias líneas para quitarme el pasado de los párpados, y así evitar que al cerrar los ojos tenga contacto con aquellas imágenes.
Una palabra, un intento más por borrarme un poco de angustia de ser yo. Cabizbaja, una transeúnte más mi conciencia me sigue. La desprecio, no por imprudente, por el contrario; por ser ella quien me despierta cuando decido quedarme en casa.
Cómplice es mi pesimismo, quien se alegra cuando le evoco. Malhumorada mi suerte, se ha escondido. Mientras que ilusionada malgasto mis horas. Ay, soledad enséñame tu idioma, como puedo comunicarme contigo, que de tantos intentos he tenido que recurrir a la hipocresía.
Una palabra, un intento más por borrarme un poco de angustia de ser yo. Cabizbaja, una transeúnte más mi conciencia me sigue. La desprecio, no por imprudente, por el contrario; por ser ella quien me despierta cuando decido quedarme en casa.
Cómplice es mi pesimismo, quien se alegra cuando le evoco. Malhumorada mi suerte, se ha escondido. Mientras que ilusionada malgasto mis horas. Ay, soledad enséñame tu idioma, como puedo comunicarme contigo, que de tantos intentos he tenido que recurrir a la hipocresía.
Cuanto te necesito silencio, tú serenidad y tú desapego del mundo artificial al que me abrazo cada día más fuerte.
Afortunada ha sido mi desdicha, que ha podido convertirse en letras. Letras que una a una me liberan de este miedo, de esas ganas de huir que me atrapan. Y heme aquí arriesgándome, jugando a manejar mis ideas, tratando de complacer a este ser impetuoso, hostil, sentimental y loco que soy yo misma.
Afortunada ha sido mi desdicha, que ha podido convertirse en letras. Letras que una a una me liberan de este miedo, de esas ganas de huir que me atrapan. Y heme aquí arriesgándome, jugando a manejar mis ideas, tratando de complacer a este ser impetuoso, hostil, sentimental y loco que soy yo misma.