miércoles, 4 de febrero de 2009

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Estaba vagando, vagando en mi propio yo, quizás para mirar siquiera mis rastros y recordar los propósitos que ayer enliste. De verdad que valen la pena. Debería secarme las lágrimas y olvidar este vacío que el amor me ha dejado. Cuánto añoro mis sueños, mis ganas de progresar, el ímpetu que antes me gobernaba.
No me equivoque porque eso fue lo que quise vivir, aunque la forma como me desprendí de mi, duele, arde; consume mi tiempo, veo las horas escurrirse bajo de la puerta, me arrastro, las sigo; vanamente claro, no hay misericordia para un ser que no se ocupa de sí mismo, lo peor de todo es que me cuesta aceptarlo. Y sin querer me vuelvo a mentir, me juro que hoy sí es el día.
Hoy ya es tarde, mi cuerpo me exige dormir, mis ojos están cansados y yo también quiero tirarme en la cama. Mañana pensaré en no levantarme, en rendirme, en botar las esperanzas que los ángeles me han dado; pero no soy capaz de despedazarlas tan cruelmente. Recapacitando se que ha sido difícil sembrarlas, y quiero verlas crecer y dar frutos
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